Desde hace 30 años trabajo como consultor para el área de Recursos Humanos de diversas empresas y ocasionalmente doy algunos cursos como el de Organización y Gestión de Recursos Humanos que impartí hace un par de semanas. Entre los asistentes, se encontraba un joven fundador de una firma de arquitectura que llamó especialmente mi atención. ¿Qué hacía ese hombre, mezcla de artista y constructor, en el grupo donde abordábamos temas relacionados con la gestión de Recursos Humanos?
Luego de mi exposición, entramos a la dinámica en la que los asistentes hablaron sobre problemas que les ha sido difícil resolver y cuando fue el turno del arquitecto, no desaprovechó la oportunidad para hablar contundentemente de lo que le ocurría.
–Soy arquitecto, hace cinco años el despacho éramos mi socio y yo. Afortunadamente nos ha ido bien y ahora somos 20 personas desarrollando diversos proyectos desde una firma, aparentemente, prestigiada y en pleno crecimiento pero que de la puerta hacia adentro no sabemos quién hace qué y cuál es su posición en el grupo de trabajo.
-¿Por qué dices eso?– respondí al tiempo que se escuchaban algunas risas del grupo.
-Somos 20 capitanes, no hay marineros, unos cobran por proyecto, otros por honorarios, las secretaria por algo que llaman salarios asimilados a nómina, el abogado y el contador con facturas de sus despachos y los socios vivimos pidiendo anticipos de nuestras utilidades. Por supuesto, todo eso nos ha llevado a conflictos internos. Dependiendo de la etapa en que se encuentren los proyectos, van cambiando los líderes y cuando algo anda mal, nadie sabe quien es el responsable; eso sí, al momento de cobrar todos exigen como si fueran los verdaderos responsables de los proyectos. En concreto, nos hace falta organizar a la gente que tenemos y con base en eso, poder definir niveles y los sueldos adecuados para cada uno de ellos.
Después de hacer una pausa el arquitecto continuó.
-Por suerte, el dinero no ha sido problema, nos vendemos bien, el lado jurídico lo tenemos bien cubierto y el contable también, no tenemos pendientes con el fisco, el caos está del lado de las personas y yo no sé cómo atacar este conflicto.
¿Cómo reaccioné?
Como experto, le respondí que al reconocer el origen del problema había dado el primer paso hacia la solución. Además, a manera de consuelo, le comenté que esa situación no era exclusiva de su empresa, pues hay muchas otras organizaciones más grandes y más antiguas que la suya, que no han podido crecer o consolidarse porque no se han preocupado por reorganizar a su personal para fortalecer su estructura interna.
También le comenté que la solución implica el desarrollo de todo un proceso, el cual inicia con la descripción de los puestos, mismos que posteriormente son valuados para determinar la importancia de cada uno de ellos en relación con los demás que existen en su empresa, ya que de esta forma él podrá tener la estructura organizacional que le permita establecer una remuneración justa para cada persona.
La breve explicación despertó la curiosidad del arquitecto a quien vi un par de ocasiones más. Hoy, tenemos una nueva cita, la diferencia con las anteriores, es que ahora voy directamente a su oficina como el consultor especializado que los guiará para implantar el programa de retribución que les permitirá organizar el área de Recursos Humanos y dar un paso firme para llegar a ser la empresa número uno en el desarrollo de proyectos sustentables.